“No soy comunista porque no soy idiota y he viajado. No como esos palurdos de Neruda y Picasso.”
El famoso músico de pop ochentero Nacho Cano está enfadadísimo. Digo, enfadado: está indignado, irritado, encolerizado, descompuesto, frito, soliviantado, sublevado, sulfurado, amargado y salpimentado, y me quedo corto de epítetos y de calificativos, por la intolerable persecución a la que le tiene sometido el gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez a causa de la inquebrantable defensa del músico de la libertad y de los valores patrios, y de su entrañable y sincera amistad con la castiza presidenta de la Comunidad de Madrid, Blancanieves-Maléfica Díaz Ayuso.
El pasado martes 9 de julio, la Stasi bolivariana de Sánchez tuvo la desfachatez de detener al músico y empresario para interrogarle en relación con la denuncia por explotación ilegal de trabajadores extranjeros en situación irregular que dirigió contra él una de las bailarinas del espectáculo “Malinche”, escrito y producido por el ex-Mecano y ambientado durante la conquista española de México, y que se viene representando en Madrid desde septiembre de 2022.
“¡Esto ya es Venezuela!”, exclamaba el productor-compositor-letrista-teclista echando espumarajos por la boca, en la rueda de prensa que dio ante los medios de comunicación inmediatamente después de su detención e interrogatorio por parte de la Policía Nacional. “Me acusan de explotación y de contratación ilegal total porque mis malinchitas y mis malinchitos no tienen permiso de trabajo ni de residencia legal en España y porque les hago trabajar en el teatro diez horas diarias, de lunes a sábado, por un sueldazo de 500 € al mes que para sí ya lo querrían muchos. ¡Pues anda que no están poco contentos por la pedazo de oportunidad que les estoy dando! ¡La de menas que se darían de bofetadas por una oportunidad como ésta! Menos la hija de la gran chingada que me ha denunciado, claro, que seguro que es una infiltrada comunista bolivariana.”
El músico continuó su diatriba acusando a la Policía Nacional y al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, de “ser unos criminales” y de estar actuando contra él únicamente por razones políticas, a causa de la manifiesta amistad y recíproca admiración que une al artista con la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, y dentro de una supuesta campaña generalizada que las alcantarillas del Estado estarían dirigiendo contra todo el entorno personal y familiar de la chulapona y lenguaraz lideresa del PP. Y remató la perorata vociferando «yo no soy comunista, porque no soy idiota y he viajado”, y que «si me encuentran muerto en una cuneta, ya sabéis quién ha sido» (y sólo le faltó añadir: «Si te dicen que caí es que fui al puerto que tengo allí», cantando marcialmente y saludando con el brazo en alto, a la romana, bajo una foto aureolada de José Antonio Primo de Rivera).
Nosotros, desde luego, ya sabemos que Nacho Cano ha viajado mucho y que es un artista de gran talento y no como esos palurdos comunistas como Neruda, Picasso, Alberti, Buñuel, Marisol, Frida Kahlo, Fellini, Pasolini, Visconti, Vázquez Montalbán, José Saramago o Lolo Rico, que jamás salieron de su triste koljoz en los Urales ni llegaron a saber lo que era el agua corriente. Cano, en cambio, ha estado en Hawái y en Bombay, nos enseñó que no había marcha en Nueva York y que allí los jamones eran de York, y ha estado en tantos sitios que ya sólo le falta viajar a Venus en un barco. Y también sabemos que si no se pasa todo el tiempo haciendo yoga en Miami o ligando bronce en Ibiza es porque su gran amiga Díaz Ayuso no para de repetirle quédate en Madrid.
Esa gran amistad entre Cano y Ayuso, por la que el presunto músico estaría siendo presuntamente perseguido, se habría materializado, por ejemplo, en la concesión al mismo por parte de la Comunidad de Madrid de la Gran Cruz del Dos de Mayo en 2021 (acto durante el cual realizó una emotiva loa de agradecimiento a la presidenta por haber mantenido los teatros abiertos en Madrid durante la pandemia de Covid-19, gracias a lo cual “él había podido seguir pagando sus sueldos a los artistas”; quizá Cano no ha llegado a enterarse de que, durante la pandemia, existieron unas cosas llamadas “ERTES”, que puso en marcha el Ministerio de Trabajo, y que permitieron que un gran número de trabajadores no se quedaran sin ingresos ni perdiesen sus puestos de trabajos), así como en la concesión en su favor, por parte del Gobierno de Ayuso, de una subvención de 39.371 euros, o en la organización de un emotivo concierto de Nochevieja en la Puerta del Sol en diciembre de 2020 (todavía en plena pandemia) del que Cano fue único y gran protagonista.
La privilegiada relación entre la lideresa y el artista también habría estado presente en el propio diseño y organización del espectáculo “Malinche” (proyecto empresarial administrado, por cierto, por Nacho Cano desde una sociedad mercantil domiciliada en Miami y que por tanto no tributa en España), para el cual, en un primer momento, se habría cedido a Cano, sin concurso (es decir, a dedo) una parcela municipal de 19.500 metros cuadrados en el distrito madrileño de Hortaleza, donde se habría llegado a proyectar la construcción de un complejo en forma de pirámide azteca de 29 metros que incluiría un teatro, un macropárking y diversas zonas de restauración, proyecto que finalmente no se llevó a cabo a causa de la oposición vecinal, antes de que el espectáculo quedase finalmente ubicado en un pabellón de Ifema, recinto ferial controlado a través de una empresa pública por la propia Comunidad de Madrid.
Tan indignado y sublevado está don Ignacio de la Macarena Cano Andrés, alias Nacho Cano el de Mecano, que es muy probable que su próximo espectáculo musical se titule “Berrinche” y narre en él sus peripecias y desventuras como perseguido y represaliado político en la república bolivariana de Pedrosanchia, y cuente con el cantante Bertín Osborne para el papel protagonista. Y esperamos que nos vuelva a deleitar en el mismo con rimas de tan elevada intensidad poética como “Magdalenas de sexo convexo”, “El padre es un payo, y no me lo callo”, “¿De quién es el hijo? ¡Me has engañado, fijo!” o “A la luz del sexo nos damos un bexo”, con las que tan boquiabiertos y asombrados nos dejó en su época dorada de Mecano, cuando aún se llevaba a partir un piñón con el rojazo del alcalde Tierno Galván.