“Dije que volvería para fastidiar a Illa, y he vuelto. Y me he mantenido firme durante casi cuatro minutos.”
El pasado jueves 8 de agosto, el ex-president Carles Fuigdemont reapareció fugazmente en territorio español coincidiendo con la investidura de Salvadorilla como nuevo president de la Generalitat, y lanzó ante sus seguidores reunidos en el Paseo de Lluís Companys de Barcelona un vertiginoso discurso de la friolera de cuatro minutos (en el que encadenó las soflamas patrióticas y los eslóganes populistas vacíos de contenido a un ritmo de veinte o treinta por minuto, y nos hizo añorar los discursos de cuatro horas de Fidel Castro, que eran como lecturas de tesis doctorales), antes de desaparecer tan instantáneamente como había aparecido y reaparecer al cabo de pocas horas en su casa-mansión-fortaleza-casal d’avis indepes de Waterloo como si nada hubiera pasado.
Durante las pasadas semanas, el entorno del ex-president había anunciado insistentemente que Fuigdemont tenía la firme intención de presentarse en el Parlament el día previsto para la investidura para participar en la votación y fastidiar de ese modo a Illa todo lo que pudiese, a pesar de la orden de detención por el delito no amnistiable de malversación que sigue recayendo sobre su cocomochuda cabeza. Y que “estaba dispuesto a asumir todas las consecuencias” que de su heroico acto se derivasen, incluyendo la de ser detenido y encarcelado, para que sobre los Judas traidores de Esquerra Republicana de Catalunya recayese el oprobio de su sangre, su martirio y su crucifixión a manos del cruel Herodes Llarena.
Sin embargo, y en el último momento, parece que el ex-president del pertinaz flequillo habría cambiado de opinión –según entrevista radiofónica concedida por el ahora también fugado secretario general de JxCat, Jordi Turull, parece que desde un nuevo y durísimo exilio en el frío e inhóspito sur de Francia– y habría vuelto a tomar las Villadiego por su habitual sistema del confortable maletero de coche de alta gama, más que nada porque le habría sabido mal poner a los agentes de su muy apreciado cuerpo de mossos d’esquadra ante el penoso trance de tener que detener a todo un señor ex-president de la Generalitat de Catalunya, qué digo, al único president legítimo desde el fusilamiento del president mártir, Lluís Companys, en 1940, para ponerlo ante la arbitraria y politizada justicia del opresor Estado español franquista.
También en las últimas semanas las redes sociales habían estado en un estado de ebullición constante, llamando a todos los seguidores del ex-president a “estar preparados” para el día de la investidura y a concentrarse en los alrededores del Parlament. Muchos llegamos a imaginarnos que ese día aparecería en la Ciutadella el ex-cantante y empresario vitivinícola de escaso éxito Lluís Llach (actual presidente nombrado a dedo de la muy poco transparente ANC), ataviado con una cabeza de bisonte o, en su defecto, de ternera de Girona o de ruc català, encabezando la toma del Parlament por parte de unas enfervorizadas turbas teletransportadas en la habitual flota de autocares alsa y reclutadas entre lo más selecto de los geriátricos de la Cataluña rural y profunda. Y bueno, a Llach con cuernos de bóvido no lo vimos, pero una buena tangana sí que se lio en los accesos a la Ciutadella, donde los mossos tuvieron que repartir con ganas faves a la catalana entre los manifestantes que pretendían acceder por la fuerza al blindado recinto del parque, en cuyo interior se ubica la cámara autonómica catalana, y que todavía confiaban en que verían a su amado líder entrando en el Parlament entre gritos de Hosanna y agitación de palmas y ramas de olivo, como Jesucristo en Jerusalén el domingo de Ramos.
De todos modos, el ex-president y su entorno han considerado todo un éxito su performance de este jueves, a pesar de no haber entrado en el Parlament ni haber participado en el debate de investidura, y han recordado que con su discurso de cuatro minutos ha superado, con mucho, los ocho segundos que duró su famosa declaración de independencia de 2017.
En la foto: Puigdemont, Turull, y el abogado-exterrorista Boye, participando en la maratón Parc de la Ciutadella – Waterloo del pasado jueves.
Divertidísimo artículo. Yo solía llamarle Puigdemon, pero ciertamente ahora debe pasar a Fuigdemont, convertido en un meme (realmente, un memo) que nadie puede tomarse en serio, ni siquiera los suyos propios. Demostro hace mucho tiempo que no tenía palabra, ni dignidad, que no era un caballero, y por lo tanto, no era alguien con el que se pudiera negociar ni pactar nada. Con lo sucedido, que era completamente innecesario, nos lo ha confirmado.
Me dijeron por WhatsApp que Fuigdemont estaba saliendo por la tele… la encendí, y ya no lo vi…♂️
Era predecible, que este circo acabase sin la detención del ex… su estrategia es hacer oposiciones para las próximas elecciones, ya que en estas era imposible aprobar…. y esta pantomima le ha hecho aparecer como mártir, héroe y Salvador (no confundir con Illa) ante sus feligreses… supongo que debe creer que esto le debe dar más puntos (o votos) para la próxima…
Artículo agudo y oportuno… siempre muy mordaz, Charnego News… Gracias!!
Felicidades por el artículo así es la realidad eso sí que no se olvide de pedir ayudas a partir 1000€ porque mantenerse es caro, no se hacienda no lo procesa porque las donaciones hay que tributar