“Y si se lo toma en serio, igual llega hasta a convertirse en músico. Uno como Bisbal, que no es poner el listón muy alto.”
El juez de la Audiencia Nacional don Severo Togado del Foro ha decidido revisar al alza la sentencia dictada contra el rapero Pablo Hasél y sustituir la pena de nueve meses de prisión, que le fue anteriormente impuesta por los delitos de injurias contra el Jefe del Estado y enaltecimiento del terrorismo, por otra que le ha parecido mucho más severa y adecuada a las necesidades de reinserción del recluso. En concreto, ha decidido condenarle a repetir todos los cursos de su curriculum escolar, desde primero de Infantil hasta cuarto de la ESO, a ver si de ese modo aprende un poco a ser persona.
«Lo de ir a la prisión no le va a hacer ningún bien a este chico», aseguró el juez, comprensivamente. «Se nota que su problema es que no tiene una formación académica digna de tal nombre y no se le han inculcado hábitos de trabajo, ni tolerancia a la frustración ni cultura del esfuerzo, y que ello se traduce en una grave falta de autoestima y un exceso de agresividad que canaliza a través de ese ruido deleznable que él trata de hacer pasar por música, y de todos esos ripios cacofónicos llenos de insultos y amenazas que él se piensa que son poesía, y que demuestran fehacientemente su condición de analfabeto. Por no saber, no sabe ni cómo se escribe su nombre: poniendo Hasél con acento, demuestra que no sabe acentuar en castellano.»
“Este chico tiene una personalidad narcisista que le lleva un día a meterse con el Emérito por su afición al dinero y a las señoras, y otro a insultar a Julio Anguita con su cadáver aún caliente.”
“Está claro que este joven tiene una personalidad inmadura y narcisista que le empuja a buscar constantemente, a través de sus burdas provocaciones y sus infantiles salidas de tono, una atención sobre su persona que sin duda sus padres le negaban de pequeño”, proseguía el docto juez en la fundamentación de su auto. “Es por ello por lo que es capaz de hacer cosas tan contradictorias como meterse un día con el Emérito por su afición a los elefantes, los petrodólares y las señoras –con lo cual demuestra una falta de originalidad francamente lamentable, pues eso es capaz de hacerlo cualquier hijo de vecino sin necesidad de ir de rapero–, otro felicitarse por los atentados de ETA o Al Qaeda, y al tercero insultar con total desfachatez a un líder de izquierdas tan respetado como Julio Anguita, recién muerto y con su cadáver aún caliente.”
“Porque lo importante, para él, no es realmente decir lo que piensa –incluso podríamos dudar que piense, en el sentido racional del término–, sino darse el macabro gusto de herir impunemente los sentimientos de la gente. Y eso cuando no se lía directamente con ellos a tortas. Es como cuando el cómico Leo Bassi salía por televisión comiendo caca, aunque con menos talento: a cuanta más gente ofenda, más realizado se siente en lo mediocre de su patochada. Y, si a los que insulta son gente muerta que no pueda defenderse –y mejor aún si se trata de gente asesinada por defender aquello en lo que cree–, mayor es el placer morboso que obtiene.”
“Lo de ir a la prisión no le va a hacer ningún bien a este chico. Lo único que conseguiremos es que se junte con gente como “los Jordis” y aprenda a hacer cosas aún peores.”
“La experiencia demuestra que a estos individuos de escasa personalidad y tendencias megalómanas la cárcel no suele ayudar a reinsertarlos, y que lo que realmente necesitan son medidas reeducativas, como las que se aplican en Suecia y otros países escandinavos; aunque, en el fondo, lo que de verdad te pida el cuerpo es mandarlo a un campo de trabajo como los de Pol Pot en Camboya. Y, si se esfuerza y se lo toma en serio, podría ser que llegase hasta a ser un músico de verdad, y no como lo que hace ahora. Vamos, no digo yo que al nivel de un Joaquín Rodrigo o un Joaquín Sabina; pero igual sí de un David Bisbal, que tampoco es poner el listón muy alto.”
“Además, mandándole a la cárcel lo único que conseguiremos es que se junte con otra gente aún peor que él, como los Jordis, el comisario Villarejo o Luis Bárcenas, y que le enseñen a hacer cosas mucho más graves que las que ha hecho hasta ahora: a incitar a multitudes enfurecidas a asediar edificios oficiales y destrozar coches de la policía, a hacer escuchas ilegales para chantajear a las instituciones del Estado, o a tejer toda una trama corrupta para financiar ilegalmente partidos políticos. Aunque eso último, y cosas aún peores, quien podría enseñarle verdaderamente bien a hacerlas es el capo mafioso Don Giorgio Pujolone, que es la mayor mente criminal que ha conocido este país en los últimos cuarenta años. Pero ése, por desgracia, no va a volver a pisar la prisión en su vida; se lo digo yo, que soy juez y sé cómo funcionan estas cosas.”
“Los que sí que no creo que sean reinsertables” –se quejaba por último, y con una profunda amargura en su rostro, el juez don Severo Togado en declaraciones exclusivas para nuestros reporteros– “son todos esos zopencos que han estado quemando contáiners estas pasadas noches en Madrid y Barcelona. Ésos van de rebeldes y de subversivos pero la lían sólo por liarla, lo mismo les da apedrear escaparates por lo del Hasél que por un partido del Athletic, y donde tendrían que estar es encerrados en una jaula del Zoo, para que la gente les tirase cacahuetes y les viera pelársela.”